Unas compañeras de trabajo formaron un grupo de yoga y
me invitaron a probar una clase. Por educación accedí, aun recordando mi
experiencia previa unos años antes. Durante la que sería mi primera clase de
ashtanga, en el guerrero dos (vira II) todo me pesaba. Apenas podía aguantar y
menos respirar. Mi cuerpo pedía a gritos “sácame de aquí “ y yo no podía dejar
de pensar: “en qué berenjenal te has metido, si sabías que el yoga no te
gusta!”
Aquella noche y por primera vez en mucho tiempo pude dormir 7 horas
seguidas. Cuando me desperté y me di cuenta de lo ocurrido, me dije “vas a volver a yoga,
bonita. Te guste o no, esto te ha sentado bien.” Y así fue, volví. A pesar de
haber nacido con una lesión de columna vertebral que no me permite avanzar y
mejorar todo lo rápido que otras personas, llevo unos cuantos años practicando yoga. Mi
cuerpo y mente han cambiado tanto, que a día de hoy me considero otra persona.
Nunca es demasiado tarde! No hace falta ser flexible
para practicar yoga. Hace falta querer mejorar tu estado, cualquiera el que sea.
El resto llega con el tiempo. ¡Si lo he logrado yo, tú también puedes!
A los 42 años me diagnosticaron cáncer. El yoga ha sido una herramienta clave durante el proceso pre operatorio y como parte de mi recuperación física y mental durante el post operatorio y las sesiones de radioterapia. Gracias a la práctica de ejercicios de pranayama he podido prescindir de ansiolíticos y otros medicamentos para sobrellevar el estrés emocional de todo el proceso. A las dos semanas de la operación comencé a practicar yin yoga en la cama, tan solo 3 posturas, pero me ayudaron a recuperar la movilidad de mi brazo y la sensibilidad del lado costal casi por completo en un tiempo récord.
Como profesora de yoga fui mi propia alumna y mi propia profesora durante muchos meses hasta que decidí hacer una formación específica de yoga oncológico. Ahora comparto mis conocimientos con otros enfermos de cáncer para ayudarles con su recuperación.